En Ibiza, este concepto adquiere un significado muy concreto: muchas casas payesas históricas, especialmente en el norte de la isla, se han reconvertido respetando la arquitectura tradicional de piedra seca, el entorno de pinares, almendros y olivares, y la lógica del campo. Así, el resultado del Can Pujolet agroturismo Ibiza es una experiencia de hospitalidad cercana, con rutas de senderismo a calas escondidas, mercados locales dominicales y una gastronomía que se nutre del propio huerto o de fincas vecinas.
En Baleares el agroturismo se ubica en suelo rústico y, tradicionalmente, en edificaciones con vínculos a la actividad agraria. El agroturismo no desplaza la función agraria, sino que la complementa y la hace viable. En Ibiza y Mallorca, las guías administrativas describen las condiciones para llevar a cabo actividades de agroturismo, como la ubicación rústica, antigüedad del edificio o el mantenimiento de la explotación, reforzadas por normas autonómicas y decretos.
En una estancia de agroturismo en Ibiza es habitual alojarse en una casa payesa rehabilitada, en la orografía de la isla, con pocas habitaciones y espacios exteriores integrados en el jardín, los corrales o el olivar. Este es el caso de Can Pujolet, hotel rural enclavado en un paraje de excepcional belleza y tranquilidad.
En este tipo de alojamientos, la piscina puede utilizar sistemas de agua salada para reducir químicos y el restaurante se abastece a menudo del huerto propio o de productores cercanos.
La ubicación facilita combinar senderos, calas rocosas y pequeños valles agrícolas, con mercados de artesanía y producto local.
Más allá del alojamiento, la experiencia se completa con actividades de baja intensidad: caminar, observar la flora, aprender sobre prácticas agrícolas estacionales o hacer rutas de senderismo.
El sector de agroturismo y turismo rural responsable en España impulsa criterios de ética, calidad, participación local, economía circular y minimización de impactos. Esto se traduce en priorizar energías y materiales de bajo impacto, favorecer cadenas cortas con alimentos del entorno y proponer experiencias con grupos reducidos. En el caso ibicenco, muchos alojamientos integran huertos ecológicos y fomentan la compra local.
Las administraciones baleares, por su parte, marcan requisitos para abrir y operar estos establecimientos rústicos y para deslindar los mismos de otras tipologías.
El agroturismo plantea una serie de retos que es necesario abordar. Si la oferta se sobredimensiona o se desliga de la producción agraria real, el agroturismo puede caer en dinámicas de temporalidad laboral. Por ello, es fundamental mantener el tamaño humano, los empleos de calidad, la complementariedad con la agricultura y la implicación comunitaria.
Al viajero le corresponde colaborar en sostener el modelo con una serie de pautas sencillas: reservar con anticipación en temporada baja, elegir alojamientos con vínculo agrario activo, consumir producto local, reducir residuos, y asumir movilidad suave para descubrir los senderos y miradores.
En suma, el agroturismo es una alianza entre el paisaje agrario y la hospitalidad. En Ibiza, se concreta en casas payesas históricas, huertos y olivares y en una red de mercados y senderos que llevan al visitante a la Ibiza interior.
Todos sus beneficios—ambientales, sociales, culturales y, de parte del propio viajero, experienciales—dependen, por lo tanto, de la actividad agraria, de la capacidad de carga ambiental y de criterios de responsabilidad que se mantengan a todo lo largo de la cadena.